lunes, 23 de abril de 2012

Kafka y su muñeca de papel




La historia ha sido contada varias veces. Entre otras consecuencias, ha inspirado una novela de Jordi Sierra y una obra de teatro. Una mañana de 1923, en el parque Steglitz de Berlín, Franz Kafka encuentra a una niña llorando. Cuando le pregunta qué le pasa, la niña le contesta que ha perdido su muñeca. Kafka le responde que su muñeca no está perdida. Más bien se ha ido de viaje. ¿Y cómo lo sabes? Porque ella me lo ha dicho, le insiste Kafka. Me ha escrito una carta y me ha contado que está de viaje.
La niña se pone de pie y le pide a Kafka que le traiga la carta. Mañana mismo nos encontramos en este lugar y te traigo la carta de tu muñeca.

Esa noche, Kafka vuelve a su casa y escribe una carta en nombre de la muñeca. Para hacerlo todo más creíble, el escritor pega en el sobre una estampilla que le había llegado desde Londres. Al día siguiente, lleva la carta a la niña que se alegra mucho y que le pide otra carta de la muñeca que Kafka otra vez, rigurosamente, le escribe.

La historia puede sonar sorprendente. Kafka no era solo el escritor que supo dar forma a la desesperanza en obras maestras. En esta historia también era un hombre sensible y compasivo, capaz de dar esperanza a una niña que lloraba en la calle. En el fondo de su pesimismo esencial, quizá como causa de él, la anécdota muestra que había un corazón alerta, capaz de inventar una fábula como consuelo.

Supe de esta historia por primera vez por un artículo de Tomás Eloy Martínez. Martínez contaba que no había encontrado la anécdota en ninguna biografía de Kafka y que cuando le preguntó por la veracidad de la historia a Auster, éste le dijo que era cierta.
El año pasado, en una visita a Berlín, visité, gracias a mi amigo Marco Bosshard, la editorial Wagenbach.

Wagenbach era un hombre de noventa años, firme y compacto, lleno de energía que trabajaba todos los días. Cuando le pregunté si la historia de la muñeca de Kafka era cierta. Wagenbach me dijo que sí. Pero la historia no termina allí, agregó. Hay un detalle más. Un día, Kafka se cansa de escribir cartas de la muñeca para la niña y le escribe una carta final. En ella, la muñeca le cuenta a la niña que se ha casado, que vive feliz con su familia y que ya no tendrá tiempo de escribirle. Kafka le lleva la carta a la niña que la atesora. La ficción la ha salvado.

Este año se celebran los cien años del año en el que Kafka toma la decisión de ser escritor. El escritor moriría en 1924, un año después de ocurrida la historia de la muñeca.

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